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Un hombre que camina, MAVI, Santiago, Chile

Un hombre que camina

A man who walks

Enrique Ramírez

Museo de artes visuales, MAVI, Santiago, Chile, July – September 2018

Anotaciones sobre caminar
Aquí, al lado de una imagen… que camina hasta allá…

Cómo volver a mirar las cosas más cotidianas de nuestra vida?
Cada vez que caminamos dejamos imágenes a nuestro alrededor. Imágenes invisibles que muchas veces no percibimos y que descubrimos cuando volvemos a poner atención, cuando volvemos a mirar, cuando volvemos a caminar una y otra vez por el mismo lugar….
Henry David Thoreau decía: Quién oye a los peces cuando lloran?

Cada caminata, cada paseo nos lleva a encontrarnos con nosotros mismos, sino para qué viajamos?
El hombre se mira a si mismo, toda caminata gira sobre nuestros sentimientos, el silencio la soledad, la vida, la muerte…

Cuando caminamos podemos envolvernos en un silencio que rodea nuestros pensamientos y aísla la ciudad, el ruido, todo aquello que no queremos que nos toque…

Quisiera encontrar un lugar en donde seamos espectadores de la magnitud del horizonte, un lugar en donde caminar pueda ser eterno…

 

Génesis del proyecto

Con el terremoto o año 2010, los habitantes de Santiago estaban vulnerables, muchos habían padecido una sensación de fin de mundo, en la que pensaron iban a morir y no lo hicieron. Más tarde todo regresó aparentemente a la normalidad, pero la idea que un hombre solo en este mundo no es nada, me volvía siempre a la cabeza.

Desde entonces no he podido dejar de pensar en la idea del viaje y la muerte, ese viaje sin respuestas claras, ni científicas, más bien siempre ligadas al imaginario y a la religión.

A principios del año 2009, en algún momento que estuve en Chile, quizás presentado “Brises” en una galería en Santiago, conocí a un médico iriólogo que me contó una historia, que según él rompería con todas las creencias científicas y religiosas en el mundo. Su descubrimiento era único e increíble: había descubierto que los seres humanos venimos de las lágrimas. Su hallazgo es mucho más complejo que eso, pero es secreto…. Tal idea, en aquel momento, no me hacía mucho sentido, aunque él era tan convincente en sus palabras que parecía una historia real y quedó dando vueltas en mi cabeza. Hoy, podría decir que eso ha adquirido mucho sentido desde el punto de vista de mi trabajo, pues siempre me ha interesado investigar sobre el agua, los viajes, la poética y los imaginarios, las imágenes que existen, que están ahí frente a nuestros ojos… Los ojos y el agua… en una sola imagen.

A veces el arte no nos deja ser como somos realmente, a veces nos encerramos en una idea y no salimos de ella por miedo, entonces… viajar… Ir con un pequeño equipo de grabación y amigos al mismo tiempo, para hacer un viaje por un lugar que parece ser el fin del mundo, un lugar en donde el cielo se encuentra con la tierra y se vuelven uno solo, en donde los ojos no saben mirar más allá, pues no hay más allá, el más allá es ahí, Uyuni: un lugar a 4200 metros de altura ubicado en Bolivia. Para llegar, hicimos un viaje en avión con el equipo de filmación desde Santiago a Calama (norte de Chile), donde nos juntamos, con un bailarín y caminante de la región que había contactado unos meses antes, quien personificaba al diablo del altiplano en diversas ceremonias populares y toda su vida había caminado por la pampa nortina, dejando su huella en parajes desérticos e infinitos. Hoy lleva su máscara de diablo con orgullo, y lo que más ama en este mundo es caminar.

El personaje del diablo nortino nació en la época de la Conquista española y en un comienzo no sólo era la representación cristiana del mal sino que una sátira del conquistador. A su vez, la diablada representaba la rebeldía del mitayo minero, que disfrazado de diablo exteriorizaba, mediante la danza, la rabia contra sus opresores y su ansia de libertad y lucha.

Llegamos a Uyuni a pesar de las dificultades y las condiciones climáticas, de ese sol tan fuerte que encandila los ojos y enceguece las cámaras, de la sal entre las uñas, las manos partidas y el peso del agua sobre las telas. Filmamos aquel viaje por ese lugar, entre el infierno y el paraíso, junto a un personaje imaginario, pero tan real al mismo tiempo… Lleno de temores… Filmamos a un personaje que camina para no ir a ningún lugar, buscando aquella respuesta que nos da una lágrima, como el sentido que en ella encuentra el iriólogo, o el viento, o las historias que todos contamos al momento de viajar o soñar.

Pienso que quería hacer un viaje sin horizonte, en donde el agua y el cielo fueran lo mismo, un viaje plagado de nada, un viaje auténtico, respetando las historias del altiplano, del norte chileno-boliviano, cargado de señales e imaginarios, para muchos ridículos, para otros reales, evidentes, auténticos, únicos.

La inmensidad del paisaje, la lejanía, lo triste y frío del lugar, lo maravilloso de esa imagen lejana al cotidiano de nuestros ojos y a nuestra cultura, nuevamente me hacia pensar en cuan pequeños y frágiles somos…. “Quién oye a los peces cuando lloran?”. Me pregunto si acaso su llanto, con cada una de sus lágrimas, ha convertido ese paraje en un salar…

Cuántas veces lloré entre el año 2009 y 2011? Cuántas veces lloraste?
Hoy mientras escribo pienso en esa pregunta, luego de la historia que me contó aquel médico iriólogo, las lágrimas parecen no ser lo mismo… Entonces pensé en una lágrima gigante, en la que nosotros pudiéramos entrar o salir, todo se resuelve ahí, la esencia del ser humano, la fragilidad, la claridad, el agua, el feto materno, la despedida que pareciera estar llena de agua, nubes y un horizonte lejano, infinito al que parece ser, nunca se llega, excepto que un ser ‘fantástico’ habrá las aguas para dejarnos pasar o camine sobre ella…

Cuando uno piensa en la muerte piensa en la ausencia de la luz, en la oscuridad. Cuando pensamos en la vida, en luminosidad. ¿Por qué? ¿Acaso es porque no tenemos una imagen que pueda representar la muerte y tenemos muchas que puedan representar la vida? Será que la oscuridad que pensamos es porque cerramos los ojos? Pero acaso cuando morimos no mantenemos los ojos abiertos?

Cuando chico jugaba a mantener la mirada fija sobre la luz antes de dormir, para que al cerrar los ojos libélulas imaginarias tintinearan en ellos…

Todo parece haber pasado tan rápido, como un navegante sobre un barco, un navegante que no navega, un marinero que es llevado por el mar… pero como Ruiz decía “los viajeros no ignoran que el itinerario de todo viaje hay que contar con esos

senderos que no conducen a ninguna parte”.*

Este proyecto está dedicado a todos aquellos que caminan, que caminan con la imaginación, que viajan sin moverse, a aquellos que sueñan y mueven sus ojos a través de cada imagen, a aquellos que están entre nosotros, muchas veces invisibles, caminado a nuestro lado…

* Ruiz, Raúl. “Prefacio”. En La Poética del Cine, Vol. I; Chile: Ed. Sudamericana, 2000, p.15.

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